jueves, 3 de marzo de 2011

♔ withdrawal

"Andábamos sin buscarnos 
pero sabiendo que andábamos para encontrarnos."



Lo que pensamos determina lo que somos y lo que hacemos, y, recíprocamente, lo que hacemos y lo que somos determina lo que pensamos. Las ideas falsas tienen por consecuencia malas acciones; y el hombre que se acostumbra a obrar mal, limita con ello mismo el campo de su conciencia y hasta llega a hacérsele imposible pensar determinados pensamientos. En la vida, la ética y la metafísica son interdependientes.
La estupidez es por cierto, un producto de la voluntad. Los tontos inteligentes son los que se han negado a aplicar su inteligencia al conocimiento de ellos mismos. Hay también seres tales como los tontos sabios. El tonto sabio es aquel que se conoce y sabe dominar sus impulsos y pasiones, pero es incapaz de comprender o de tratar esos problemas impersonales más amplios que sólo pueden ser resueltos por el intelecto lógico. El tonto sabio hace menos daño que el tonto inteligente, y es personalmente capaz de lograr el esclarecimiento. (...) Un hombre con inteligencia y sabiduría, no sólo puede lograr su propio esclarecimiento, sino también puede ayudar a toda una sociedad a considerar los problemas más importantes que se relacionan con sus creencias y con sus costumbres. En las actuales circunstancias, el sistema educacional está concebido como para que produzca el mayor número posible de tontos inteligentes. (...) No se puede proceder inteligentemente respecto de aquello que se ignora. Para que uno pueda proceder inteligentemente consigo mismo, uno debe estar advertido de los verdaderos móviles que lo animan, de las fuentes secretas de su pensamiento, de sus experimentaciones y de sus acciones, de la naturaleza de sus propios sentimientos, impulsos y sensaciones, y de las circunstancias en que uno es responsable de su buen o mal comportamiento.

Aun en nuestras sociedades existe una proporción asombrosa de personas que aceptan sin discusión los patrones de comportamiento, los modelos de maneras de pensar, los de maneras de sentir. Gran cantidad de hombres y mujeres, muchos hasta inteligentes, sólo emplean su inteligencia en el desempeño de la ocupación que consideran tradicionalmente su deber; muy rara vez o nunca la emplean para formular un juicio con respecto al deber considerado en si mismo. De aquí el triste espectáculo que ofrecen los hombres de ciencia y los técnicos, cuando utilizan toda su capacidad para ayudar a los gobernantes de sus respectivos países en las matanzas en masa que realizan cada vez con mayor eficiencia y con más indiscriminación; y los eruditos y los literatos que prostituyen su talento con el objeto de fortalecer el prestigio nacional con mentiras aprendidas y retóricas fascinantes.
La mente humana tiene una tendencia invencible a reducir lo diverso a lo idéntico. Lo que nos proporcionan nuestros sentidos inmediatamente es numeroso y diverso. Nuestra inteligencia, que tiene hambre y sed de explicación, trata de reducir esta diversidad a la identidad. Cualquier proposición que estipule la existencia de una identidad subyacente común a fenómenos diversos, o que persista a través del tiempo y de los cambios, nos parece intrínsecamente plausible. Cualquier doctrina que reduzca la irracional multiplicidad a la unidad comprensible y racional, nos proporciona profunda satisfacción. A este hecho psicológico fundamental se debe la existencia de las ciencias, de la filosofía y de la teología. Si no estuviéramos tratando continuamente de reducir la diversidad a la identidad, nos parecería totalmente imposible pensar. El mundo sería simplemente un caos, o series distintas de fenómenos inconsecuentes, desconectados entre sí. (...) Nunca podremos tratar eficazmente nuestros problemas humanos, mientras no sigamos el ejemplo de los naturalistas y no moderemos nuestras ansias de simplificaciones racionales, reconociendo la existencia de cierto residuo de irracionalidad, diversidad y especificidad en las cosas y en los acontecimientos.
El modo en que empleamos la inteligencia, depende de nuestra voluntad. Cuando la voluntad no es desinteresada, el intelecto tiende a emplearse (a no ser que se trate de los campos extrahumanos de las tecnologías, las ciencias o las matemáticas puras), meramente como un instrumento para la racionalización de las pasiones y los prejuicios y la justificación de los intereses personales.

"Una de las razones que tenemos para aceptar el universo tal y como es radica precisamente en el hecho de que nos plantea un enigma que no tiene solución. "

"Y diré las palabras que se dicen, y comeré las cosas que se comen, y soñaré las cosas que se sueñan, y sé muy bien que no estarás."